Poema de una Polis es una obra de la artista, poeta y educadora griega Vasiliki Sifostratoudaki. Fue publicada por primera vez el 11 de junio de 2024 en The Geographical Open Atlas for the Polity of Literature (The GOAT PoL), donde colabora regularmente. Entre sus trabajos publicados en The GOAT PoL destacan Carpet. Holding a kilim y Αρμπαρόριζα / Itır çiçeği / Pelargonium graveolens. Esta traducción al español ha contado con la lectura y detallada revisión de Andrés Porras Chaves, a quien le agradecemos muchísimo su dedicación.
Nací en Nea Ionia, Grecia,
en 1979. Rara vez
me sentí cómoda con esto; de hecho,
pasé la primera mitad
de mi vida adulta
tratando de esconder
mis raíces y mi fe bajo la alfombra,
intentando vivir una vida
que fuera solo mía,
independiente
del destino histórico
de mi familia.
Te imaginas lo que era
parecerme a mi gente,
cocinar así,
formar parte de sus historias,
haber nacido en una familia griega protestante,
tan peculiar y contradictoria,
marcada por el forzoso intercambio
de poblaciones entre
Turquía y Grecia en 1923.
Fui a la escuela pública,
tuve profesores que se comprometieron
pero también otres menos inspiradores.
Viajé tanto como pude,
descubrí otras tierras y personas,
deseando conocer sus lenguas
y costumbres
y desde muy joven supe
que si existía alguna posibilidad
de escapar del destino colectivo de mi Polis,
tomaría ese camino.
Y lo hice.
A principios de los 90,
viajé por Europa en tren
y supongo que
ahí comenzaron
mis años de desarraigo.
Pensé: Seré artista,
¿qué podría ser más impensable?
Me convertí en extranjera.
Toda mujer de Asia Menor
es fuerte, pero es
al desafiar los roles
cuando realmente
te conviertes en una.
Mientras sostenía esta
tesis idiomorfa,
entendí
y aprendí
y comencé a sentir
que no se puede escapar
de la historia.
Una mujer de ascendencia turca
que trabajaba en un supermercado en
Alemania me preguntó: ¿Eres turca?
¿Armenia?
Sentí vergüenza,
pero también alivio.
Siempre han comentado
sobre mis largas pestañas
y mi sentido de pertenencia.
Cuando esa mujer desconocida
invocó por primera vez
el origen de mi familia,
sentí que mis rasgos
eran percibidos.
Sí, parte de mí
viene del Este.
Mis intentos de integrarme
no me han servido de mucho.
Comencé siendo una humilde hija
y tracé mi propio camino,
asumiendo una posición
de respeto en mi comunidad.
Tiene sentido que esta mujer
me reconozca ahora.
Sí, soy extranjera,
igual que ustedes.
Que acaban de convertirse en polites[1].
Inmigrantes que deambulan
entre nosotres,
en nuestros barrios.
También hay familias refugiadas.
¿Es justo?
¿Que no haya hogares
para quienes no son ciudadanes?
¿Que no haya opciones
para estos hombres y estas mujeres?
Que, al llegar,
reciban el mensaje
de que son cuerpos fuera de lugar.
Que este no es su hogar.
Y tú, ¿cómo está tu hogar hoy?
¿Eres feliz en él?
¿Puedes permitirte calentarlo?
¿Te das cuenta de que,
debido a la austeridad política,
te lo pueden arrebatar
en cualquier momento?
¿Sientes ganas de acoger?
Si recibir implica
una forma de pertenencia,
¿significa entonces que la ciudadanía
nos exige “encajar”?
Si no todos los cuerpos son bienvenidos,
no hay Polis. Sí, lo fui,
pero eso fue
en los años dorados de Grecia,
y recuerdo, como debo,
que yo nací politis.
¿No deberíamos serlo todes?
En la ciudad de la democracia,
de la filosofía y
el hogar de la filoxenia,
la primera Polis[2],
donde crecieron las raíces
de la civilización occidental.
Ciudadanos legítimos
que no estáis en las calles,
¿qué hacemos con este dilema?
Escuchad lo que
la Civilización occidental
quiere decirme:
“Eres débil”.
¿Soy débil esta noche?
No lo creo. ¿Soy
la única que sufre
esta noche? ¿Soy la única
fuera de lugar
en la sala esta noche?
¿Soy la única
cuya familia
ha migrado, está migrando ahora?
Y mi arte no puede
ser apoyado porque es
demasiado traumático, demasiado personal,
no lo suficientemente agradecido,
como el de los demás,
confirmando así
la sensación del público
de que soy extranjera.
Que solo otras personas
son lo suficientemente buenas y sabias,
capaces de empatizar,
y de proteger
y evaluar mi arte.
Son quienes encajan,
quienes merecen pertenecer.
¿Perteneces tú esta noche?
Todo el mundo en esta sala
pertenece aquí esta noche.
No es normal para mí
llamarme extranjera,
después de todo,
soy ciudadana.
Pero no tengo vergüenza,
ya no soy débil.
No soy débil esta noche
porque todes somos de otro lugar.
Estoy aquí con ustedes.
Todas las personas somos ciudadanes
de nuestra Polis.
Notas
[1] Polites significa “ciudadanes” en griego, pero también es un apodo para quienes procedían de la Polis/Constantinopla (hoy, Estambul). Desde el intercambio forzoso de poblaciones hasta hoy, el término Polites o Mikrasiates (que vinieron de Asia Menor) implica una rica herencia y cultura, pero al mismo tiempo confirma el no-pertenecer. En el sonido de Politeso Mikrasiates, los segundos de silencio que siguen son rastros de una nostalgia y un trauma no expresados. ↩
[2] La polis es ejercida por “nosotres” y debería incluir a toda la comunidad, no solo a unos pocos elegidos. La polis es, ante todo, una comunidad con permanencia transgeneracional e identidad transfamiliar, cuyas personas sienten una solidaridad que trasciende los lazos de sangre o historia (Inspirado en la etimología de polis en Dictionary of Untranslatables: A Philosophical Lexicon (Princeton and Oxford: Princeton University Press, 2014), p. 801).
Inspirado en An American Poem de Eileen Myles.
Muchas gracias a Vivian Sky Renberg, Elliana Otta, Sofronia Thomaidoy Eliadi, Theodora Eliadi Sifostratoudaki y Sarah Ahmet por su inspiración y apoyo.
Un agradecimiento especial a Sarah Rinderer por su cuidadosa edición y asesoramiento. ↩
Poema de una Polis es una obra de la artista, poeta y educadora griega Vasiliki Sifostratoudaki. Fue publicada por primera vez el 11 de junio de 2024 en The Geographical Open Atlas for the Polity of Literature (The GOAT PoL), donde colabora regularmente. Entre sus trabajos publicados en The GOAT PoL destacan Carpet. Holding a kilim y Αρμπαρόριζα / Itır çiçeği / Pelargonium graveolens. Esta traducción al español ha contado con la lectura y detallada revisión de Andrés Porras Chaves, a quien le agradecemos muchísimo su dedicación.
Nací en Nea Ionia, Grecia,
en 1979. Rara vez
me sentí cómoda con esto; de hecho,
pasé la primera mitad
de mi vida adulta
tratando de esconder
mis raíces y mi fe bajo la alfombra,
intentando vivir una vida
que fuera solo mía,
independiente
del destino histórico
de mi familia.
Te imaginas lo que era
parecerme a mi gente,
cocinar así,
formar parte de sus historias,
haber nacido en una familia griega protestante,
tan peculiar y contradictoria,
marcada por el forzoso intercambio
de poblaciones entre
Turquía y Grecia en 1923.
Fui a la escuela pública,
tuve profesores que se comprometieron
pero también otres menos inspiradores.
Viajé tanto como pude,
descubrí otras tierras y personas,
deseando conocer sus lenguas
y costumbres
y desde muy joven supe
que si existía alguna posibilidad
de escapar del destino colectivo de mi Polis,
tomaría ese camino.
Y lo hice.
A principios de los 90,
viajé por Europa en tren
y supongo que
ahí comenzaron
mis años de desarraigo.
Pensé: Seré artista,
¿qué podría ser más impensable?
Me convertí en extranjera.
Toda mujer de Asia Menor
es fuerte, pero es
al desafiar los roles
cuando realmente
te conviertes en una.
Mientras sostenía esta
tesis idiomorfa,
entendí
y aprendí
y comencé a sentir
que no se puede escapar
de la historia.
Una mujer de ascendencia turca
que trabajaba en un supermercado en
Alemania me preguntó: ¿Eres turca?
¿Armenia?
Sentí vergüenza,
pero también alivio.
Siempre han comentado
sobre mis largas pestañas
y mi sentido de pertenencia.
Cuando esa mujer desconocida
invocó por primera vez
el origen de mi familia,
sentí que mis rasgos
eran percibidos.
Sí, parte de mí
viene del Este.
Mis intentos de integrarme
no me han servido de mucho.
Comencé siendo una humilde hija
y tracé mi propio camino,
asumiendo una posición
de respeto en mi comunidad.
Tiene sentido que esta mujer
me reconozca ahora.
Sí, soy extranjera,
igual que ustedes.
Que acaban de convertirse en polites[1].
Inmigrantes que deambulan
entre nosotres,
en nuestros barrios.
También hay familias refugiadas.
¿Es justo?
¿Que no haya hogares
para quienes no son ciudadanes?
¿Que no haya opciones
para estos hombres y estas mujeres?
Que, al llegar,
reciban el mensaje
de que son cuerpos fuera de lugar.
Que este no es su hogar.
Y tú, ¿cómo está tu hogar hoy?
¿Eres feliz en él?
¿Puedes permitirte calentarlo?
¿Te das cuenta de que,
debido a la austeridad política,
te lo pueden arrebatar
en cualquier momento?
¿Sientes ganas de acoger?
Si recibir implica
una forma de pertenencia,
¿significa entonces que la ciudadanía
nos exige “encajar”?
Si no todos los cuerpos son bienvenidos,
no hay Polis. Sí, lo fui,
pero eso fue
en los años dorados de Grecia,
y recuerdo, como debo,
que yo nací politis.
¿No deberíamos serlo todes?
En la ciudad de la democracia,
de la filosofía y
el hogar de la filoxenia,
la primera Polis[2],
donde crecieron las raíces
de la civilización occidental.
Ciudadanos legítimos
que no estáis en las calles,
¿qué hacemos con este dilema?
Escuchad lo que
la Civilización occidental
quiere decirme:
“Eres débil”.
¿Soy débil esta noche?
No lo creo. ¿Soy
la única que sufre
esta noche? ¿Soy la única
fuera de lugar
en la sala esta noche?
¿Soy la única
cuya familia
ha migrado, está migrando ahora?
Y mi arte no puede
ser apoyado porque es
demasiado traumático, demasiado personal,
no lo suficientemente agradecido,
como el de los demás,
confirmando así
la sensación del público
de que soy extranjera.
Que solo otras personas
son lo suficientemente buenas y sabias,
capaces de empatizar,
y de proteger
y evaluar mi arte.
Son quienes encajan,
quienes merecen pertenecer.
¿Perteneces tú esta noche?
Todo el mundo en esta sala
pertenece aquí esta noche.
No es normal para mí
llamarme extranjera,
después de todo,
soy ciudadana.
Pero no tengo vergüenza,
ya no soy débil.
No soy débil esta noche
porque todes somos de otro lugar.
Estoy aquí con ustedes.
Todas las personas somos ciudadanes
de nuestra Polis.
Notas
[1] Polites significa “ciudadanes” en griego, pero también es un apodo para quienes procedían de la Polis/Constantinopla (hoy, Estambul). Desde el intercambio forzoso de poblaciones hasta hoy, el término Polites o Mikrasiates (que vinieron de Asia Menor) implica una rica herencia y cultura, pero al mismo tiempo confirma el no-pertenecer. En el sonido de Politeso Mikrasiates, los segundos de silencio que siguen son rastros de una nostalgia y un trauma no expresados. ↩
[2] La polis es ejercida por “nosotres” y debería incluir a toda la comunidad, no solo a unos pocos elegidos. La polis es, ante todo, una comunidad con permanencia transgeneracional e identidad transfamiliar, cuyas personas sienten una solidaridad que trasciende los lazos de sangre o historia (Inspirado en la etimología de polis en Dictionary of Untranslatables: A Philosophical Lexicon (Princeton and Oxford: Princeton University Press, 2014), p. 801).
Inspirado en An American Poem de Eileen Myles.
Muchas gracias a Vivian Sky Renberg, Elliana Otta, Sofronia Thomaidoy Eliadi, Theodora Eliadi Sifostratoudaki y Sarah Ahmet por su inspiración y apoyo.
Un agradecimiento especial a Sarah Rinderer por su cuidadosa edición y asesoramiento. ↩
© 2023 kilo Translations
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